Ciervo para cenar

Estaba completamente ida cuando noté que el coche paraba y dejaba de vibrar con el característico ronroneo del motor Toyota. Seguramente era el efecto de la morfina sumado a la pérdida de sangre, pero escuchaba las voces con ecos.

- ¡Tía Indhi!- pude distinguir entre las voces.

La luz me hizo entornar los ojos cuando alguien abrió la puerta. Entonces unos brazos fuertes y grandes me agarraron de la cintura y los muslos. Sentí que flotaba cuando me apoyé a un cuerpo cálido.

-Joder, nena- escuché la voz de Pete, que reverberaba en mi oído-. Estás hecha un desastre.

Salí del coche cuando apagué el motor y cerré la puerta. Apoyé los codos en el techo del vehículo mientras observaba cómo se la llevaban. Di una calada al cigarro y alcé la vista. Pam me miraba desde el porche. Le mantuve la mirada unos segundos y seguidamente me llevé la mano a la boca, dando otra calada.

Una mano fina pero de dedos callosos me levantó la manta del pecho.

-Llévala a su habitación- dijo Pam cuando me vio el vendaje.

-Oído cocina- respondió Pete rápidamente, y escuché sus pasos mientras me transportaba a través del salón y escaleras arriba. Oí más pasos por detrás.

Me tumbaron en la cama, y sentí alivio al dejar reposar todo mi cuerpo.

-Esta noche toca banquete- murmuré mientras Ben se sentaba en el borde de la cama y me acariciaba la frente.

Abrí la puerta de atrás del coche y tiré del ciervo hasta sacarlo. Me lo cargué a la espalda pasando sus patas por delante de cada uno de mis hombros y eché a andar rumbo a la casa. El animal pesaba bastante, íbamos a tener una buena temporada de carne caliente.

Pam me observó desde el porche. Dejé el ciervo frente al mismo pues aún había que despellejarlos, trocearlo y demás y no quería llenar la casa de sangre.

-Vamos a tener buena comida desde ahora. -le dije cuando nuestras miradas se cruzaron.

-Tengo a tus amigos los Luigi para que hagan el trabajo sucio- le guiñó un ojo a Jacques-. ¿Cómo está nuestra Teniente O'neil?


- ¿Te quedas a vigilarla?- preguntó Pete, y Ben asintió- Avisa al militar si pilla fiebre o delira, y sécale el sudor con una toalla húmeda. ¿Sabrás hacerlo, chaval?- le dio un manotazo en el hombro bastante seco a Ben.

-Ay, que sí, que sí.

-Grave, pero estable. -dije retrocediendo un paso hasta apoyar el trasero en la barandilla del porche. -Un par de días y estará como nueva. Y ahora que hay carne de la buena en el menú las perdidas de sangre no son tan preocupantes como antes. -le comenté mirándola.

-Estupendo- respondió Pam, que se llevó un par de dedos a los labios y lanzó un fuerte silbido-. Así vienen como los perros que son. Los tengo amaestrados.

Kenny llegó al porche poniendo mala cara.

-Ya tenéis trabajo a vuestra medida- señaló el ciervo-. Destripadlo, desolladlo y cortadlo a cachitos pequeños, como vuestros cerebros.

-Ya me encargo yo de que lo hagan bien- dijo Pete atravesando el umbral de la puerta.


-Ben- le llamé, tenía la boca seca, y me había espabilado un poco al pasarme una toalla pequeña y empapada en agua por la cara y la frente-. Agua- le pedí.

El chico asintió y cogió la botella medio vacía que había en la mesilla de noche. Solté aire por la nariz cuando me pasó una mano por la nuca para inclinarme la cabeza y beber. Me tiraba la piel rasgada del mordisco.

-Tía Indhi, no salgas. No vuelvas a salir- dijo Ben, y parecía asustado.

-He pasado por cosas peores, ¿recuerdas?- le dije, cogiendo su mano con poca fuerza.

-Sólo me quedas tú...- murmuró.

Asentí ante Pam y observé como el resto llegaba. Los miré y seguidamente pasé junto a la mujer para ir a ver a Indhira. Noté que me daba una fuerte palmada en el trasero y miré atrás alzando una ceja sin dejar de caminar.

Entré en la habitación y observé a la mujer en la cama. -¿Cómo estás? -pregunté apoyándole una mano en la frente y luego en el cuello. Le observé las pupilas con cuidado y luego esperé su respuesta.

-Ngh- gruñí cuando me abrió los párpados-. Dolorida, atontada. Añadiendo datos a la lista de cicatrices- respondí.

Ben se había levantado para dejarle paso a Jacques. Miré al muchacho, y sonreí de lado.

-Estoy bien, cariño. No te preocupes- le dije, y vi cómo intentaba sonreír sin mucho éxito antes de salir de la habitación.

Intenté inclinarme un poco más sobre los cojines para estar menos espatarrada.

Cuando Ben salió de la habitación me senté en la cama y la ayudé a acomodarse. Le levanté lentamente y con cuidado la camisa para observar los vendajes. Estaban bien.

Saqué mi cajetilla de cigarrillos y me encendí uno, di una larga calada y se lo tendí para que lo cogiera.

-Te dije que para cuando acabara contigo no podrías salir de la cama.

Estaba dándole una calada al cigarrillo que me había dado cuando la soltó. Me eché a reír, pero con la mezcla del humo y no poder respirar bien, tosí entre risas. Suspiré y eché la cabeza hacia atrás, haciendo una mueca.

-Técnicamente no has sido tú el que ha acabado conmigo- respondí, y di una buena calada.

-Tecnicismos sin importancia. -comenté.

Abrí el chaleco y dejé un pequeño bote de pastillas en la mesa. -Calmantes suaves. No abuses de ellos.

Pam abrió la puerta. -¿Cómo esta la pequeña? -me preguntó.

-Mejor. Solo tiene que descansar. -respondí.

-¿Puedes salir fuera? Tengo que hablar contigo. -dijo antes de desaparecer del marco de la puerta.

Asentí y me levanté, mirando a Indhira. -Si necesitas algo, avisame.

- ¡Yo también me alegro de verte, rubia!- dije alzando la voz para que me oyera bien, sonriendo de lado.

Asentí a Jacques y cuando salió apoyé la cabeza en el almohadón, mirando el póster de Uma.

Salí detrás de Pam y caminé detrás de ella hasta un lado del pasillo. Me miró y ladeo la cabeza, pensativa.

-Necesitamos gente que ponga orden y he pensado en ti. -dijo sin andarse con rodeos.

-Yo sólo soy el médico y no soy un gran fan de la Unión. -respondí.

-No te pido que te unas ni que te cuelgues la chapa de miembro. -respondió ella. -Solo que ayudes a poner orden en el refugio.

Suspiré y asentí. Prefería eso a que se repitiera lo de Barry habiendo podido hacer algo.

Pam sonrío y dio un paso acercándose a mi. Apoyó las manos en mi cinturo y bajo una hasta mi paquete, agarrándolo y manoseándolo.

-Y siempre podremos tener reuniones... de trabajo. -murmuró pasándose la lengua por los labios. -Se me da bien usarla. -me respondió cuando se dió cuenta de que le miraba la misma.

Alcé una ceja lentamente y me separé despacio. Sonreí. -Estoy bien como estoy.

Pam soltó una risa y me miró. -¿Qué te ha hecho Indhira para que te hayas vuelto así de fiel, eh?

Negué lentamente y sonreí dándome la vuelta para volver a la habitación.

Empezaba a quedarme traspuesta, aún sintiendo el fuerte efecto de la morfina. Las heridas no dolían ni la mitad de lo que podían doler si Jacques no me hubiera drogado. Entonces escuché la puerta y giré la cabeza. Hice una mueca al notar la tirantez del mordisco, y volví a la posición inicial.

- ¿Qué te ha dicho?- pregunté.

Entré y cerré la puerta despacio, caminé hasta la cama y me senté en ella con cuidado de no agitarla. Alisé la cama con la mano y la miré.

-Me ha pedido que esté por debajo de ti en el refugio. Que organice contigo. Y creo... que me ha ofrecido una mamada para celebrarlo.

- ¿Cómo?- pregunté, levantando las cejas e inclinando la cabeza, y entonces me eché a reír a carcajada limpia, pero tan fuerte que los puntos me tiraron, y tuve que contener los temblores para que no me doliera la herida-Ay, joder...- suspiré mientras me calmaba- Está más salida que el pico de una mesa- comenté, y me llevé una mano al estómago, que dolía de reírme-. Más de la mitad en este refugio darían botes de alegría si les pidiera algo así.

Asentí y me dejé caer con cuidado de no hacerlo encima de ella hasta que mi espalda golpeó la cama. Suspiré y entrelacé los dedos en la nuca.

-Hoy cenaremos carne de la buena y no nada precocinado. -comenté. -Se les nota la felicidad.

Sonreí de lado y suspiré.

-Me alegra oír eso- respondí, y cerré los ojos un momento-. En otras circunstancias...- murmuré, volviendo a abrirlos al cabo de un rato y rompiendo el silencio- no se me habría ocurrido disparar al pobre animal...

Sonreí y la miré. -Cuestión de supervivencia. Es el ciclo natural de la vida. Matas para comer. -le respondí.

Apoyé la mano en su muslo y se lo estreché de forma suave. -Y seguro que ha tenido una mejor muerte de la que habría encontrado con esos seres.

-Ya- murmuré, y me quedé mirándole a los ojos-. Me has salvado la vida- dije al cabo de un momento-. No sólo como médico. Se me encasquilló el subfusil. No lo habría contado.

Alcé las cejas lentamente cuando la escuché hablar. -Y tu a mi en la planta. -respondí. -A eso nos dedicamos. -comenté. -A ayudarnos.

Sonreí y me pasé la lengua por los dientes superiores. -Ya me lo agradecerás cuando te recuperes igualmente.

Sonreí de lado y entorné los ojos. Era una mierda no poder moverme. En unas horas se me pasaría el efecto de la morfina y me notaría todo el dolor de golpe. Me notaba un cosquilleo en los dedos, en los pies y en los labios, además del atontamiento.

-No hace falta que hagas de niñera- le dije-. Estoy bien.

Alcé las cejas y la miré.

-¿Y a quien le vas a quitar el tabaco si me voy? -pregunté. -Llevas haciéndolo desde que nos conocimos. -me encogí de hombros y miré al techo cargando mis pulmones de aire y soltándolo despacio.

Ladeé la cabeza mirándole a los ojos a través de las pestañas.

-Qué excusa más barata para quedarte... Te brindaré el placer de mi compañía, entonces- teatralicé-. La mía y la de Uma- dije señalando el techo con un gesto de cabeza.