Día de inicio.

El miembro 'Dangereuse Devereaux' ha efectuado la acción siguiente: Dados lanzados:

#1 'd10' : 10, 1, 10

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#2 'D6' : 1, 5

El tenor clavó sus afiladas garras en mi chaleco pero no logró atravesar el mismo. Le propiné un cabezazo para hacerlo retroceder y me abalancé sobre él con la espada por delante en busca de ensartarlo.

Armas de filo 4
Fuerza 8
3d10
2d6

El miembro 'Walter Scott' ha efectuado la acción siguiente: Dados lanzados:

#1 'd10' : 1, 5, 7

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#2 'D6' : 6, 1

Noté un corte en el brazo izquierdo, y el golpe me empujó hasta hacerme chocar contra una barra americana. Me impulsé hacia el lado opuesto para volver a atacar con la punta de la espada en alto.


Arma de filo 5
Fuerza 8

El miembro 'Dangereuse Devereaux' ha efectuado la acción siguiente: Dados lanzados:

#1 'd10' : 1, 2, 6

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#2 'D6' : 1, 3

Atravesé al infectado y lo arrastré hasta que la espada y él quedaron encajados en la pared. Solté el arma y retrocedí un paso viendo como el ser se retorcía hasta quedarse sin fuerzas e inerte.

-Y en polvo os convertiréis. -repetí en un susurro.

El tajo le cercenó la garganta y cayó al suelo. Sacudí la espada y la envainé rápidamente para ir hasta el congelador con la puerta de cristal. Lo abrí y cogí a la mujer de las manos. Estaba temblando y tenía los labios azules y las manos moradas. Se las froté, alejándola del foco del frío.

-Gracias a Dios que te hemos oído. ¿Estás bien?- pregunté y puse una mano en su cara- ¿Te han herido?

La chica negó con la cabeza, y yo la rodeé con un brazo para darle calor, y le sonreí. No tendría más de quince años.

-Ya estás a salvo, ¿vale? Vamos a llevarte a un lugar seguro.

Observé cómo Danger socorría a la joven. Apoyé la mano en el hombro de aquel ser y tiré de la espada hasta que su cuerpo cayó al suelo como un muñeco de trapo. Di un corte lateral y envainé despacio.

Sonreí al ver cómo Danger conseguía calmarla y di un paso atrás, dándome la vuelta para mirar a mi alrededor.

- ¿Cómo te llamas?- le pregunté.

-Kerry.

-Yo me llamo Dangereuse, Kerry- alcé la vista para mirar a Scotte-. Y él es Walter Scott.

La chica asintió y se dejó guiar por mi mientras la sacábamos de allí. El bar estaba tan vacío como al principio, y las mesas y las sillas esparcidas por el suelo.

- ¿Estás sola, Kerry?- le pregunté para distraerla.

La chica asintió mientras observaba a su alrededor con nerviosismo. Denotaba que le daba terror salir fuera. Caminé delante de ellas en todo momento para de ser atacados que a Danger le diera tiempo de protegerla.

-Dónde te llevamos no tendrás que volver a temer por esos monstruos.

-Vale...- murmuró la muchacha.

-Vamos, Kerry- le dije, apremiándola, y la cogí de la mano mientras seguíamos a Scott fuera del bar.

Cruzamos un par de calles sin ningún tipo de problema. La chica seguía temblando, pero era evidente que estaba asustada, y era perfectamente normal.

-Dios nos ha llevado hasta ti. No te va a pasar nada- le dije en tono reconfortante.

Llegamos hasta el puente mientras caía una suave llovizna. Miré a mi alrededor. Señalé al otro lado del puente.

-Hacia allí se encuentre Nuevo Edén. Una vez te dejemos allí ninguno de esos seres volverá a tener la posibilidad de hacerte daño.

La niña se aferró a mi mano con fuerza.

-No te pasará nada- le dije, y le sonreí-. Te lo prometo.

Le di un suave apretón y la conduje por el puente.

-Iré a verte cuando volvamos, ¿de acuerdo? Te buscaré.

Caminamos por las calles desérticas durante un rato hasta llegar a la alambrada del puesto militar. Era el paso del mundo civilizado al caos. Miré a la joven y luego la entrada mientras se abría.

Un pequeño grupo de feligreses se acercó a la puerta. Siempre que saliéramos habría un pequeño grupo esperando por si volvemos heridos o con nuevos supervivientes.

La chica volvió la cabeza en varias ocasiones mientras la alejaban de nosotros. Yo le sonreí y esperé a que la puerta volviera a cerrarse. Me llevé una mano al cuello y saqué el rosario para acariciarlo.

Alcé la mano y sonreí para despedirme de la joven.

-Primer viaje y un alma salvada. -comenté mientras pasaba las cuentas de mi rosario en la mano. -Sigamos.

Me giré sobre mis talones cuando la puerta se cerró y eché a andar de vuelta a la ciudad.

Besé la cruz del rosario y volví a colarla bajo la ropa antes de darme la vuelta y caminar detrás de Scott.

-Sí, sienta bien- dije. No podía dejar de sonreír albergando una nueva esperanza. Si por cada diez infectados encontrábamos a alguien con vida, merecería la pena.

Volvimos al centro de la ciudad y continuamos por la misma calle. Si había una chica allí, podía haber más gente en peligro.

Caminé junto a Danger por la misma calle. Pasamos junto a los cadáveres de los seres que habíamos matado por el camino. De vez en cuando se escuchaban disparos en la lejanía, aparte de eso nada fuera de lo normal.

Caminamos hasta que nos detuvimos frente a la catedral de la ciudad. Algunas de sus vidrieras estaban rotas y el gran porto ligeramente entreabierto.

Alcé una ceja lentamente. ¿Se escuchaba un piano dentro?

Me llevé el pulgar a la frente y me santigüé alzando la vista hacia las vidrieras. Miré a Scott en señal de que yo también lo había oído, y me acerqué al portón. Me asomé, y como el hueco era lo suficientemente grande para mí, entré extremando la precaución, en sigilo. La penumbra de la catedral siempre me había resultado reconfortante y espiritual, y no había perdido aquella magia. Pero era terrible ver el estado en el que se hallaba el interior de aquellas sólidas paredes de piedra.

Me encaminé entrando detrás de la joven con sumo cuidado. Dudaba que uno de esos seres fuerza capaz de tocar un instrumento tan delicado así que probablemente encontraríamos supervivientes dentro.

El piano estaba situado donde debería estar el altar de comunión. El encapuchado daba la espalda a la entrada de la catedral, tocaba con cuidado y mimo, balanceando su cuerpo con suavidad al son de las notas. No fallaba un acorde, no le resbalaba ni una tecla. La melodía era perfecta.

Caminamos por la nave lateral a paso tranquilo. La canción llenaba por completo la catedral. El eco hacía que hubiera algo de sobrenatural en el ambiente, y me recorrió un escalofrío. Cuando nos acercamos lo suficiente vimos al hombre tocando un piano donde tenía que estar el altar. Despegué los labios, observándole, expectante, pero no conseguía verle la cara por culpa de la capucha.

-Claro de luna- dije en tono calmado saliendo a un pequeño claro que se filtraba por una vidriera-. Precioso.

-DESGARRADORAMENTE PRECIOSO. -contestó el hombre sin voltearse ni parar de tocar. Su voz pareció resonar por cada rincón de la catedral sin llegar a hacerlo.

-¿QUÉ OS TRAE POR LA CASA DEL SEÑOR, GUERREROS SACROS? -preguntó sin aún apartar la mirada de las teclas ni dejar de tocar.

Se me aceleró el pulso al escuchar el reverberar de aquella voz. Tragué saliva y avancé un par de pasos.

-Oímos la música- respondí-. Estamos buscando supervivientes.

-AQUÍ NO QUEDAN. -respondió. -EL ÚLTIMO ACABA DE SUICIDARSE EN UNA DE LAS HABITACIONES DE LOS CURAS. -respondió.

-UN BUEN HOMBRE, UN POCO DADO A LA BEBIDA, PERO BUEN HOMBRE.