Ciervo para cenar

Levanté una ceja.

- ¿Mal humor?- pregunté, y solté una carcajada- Ay- me quejé al tirarme los puntos, guiñando un ojo-. ¿Crees que estoy de mal humor?- me reí otra vez con más suavidad.

-Nunca me han amenazado con dejarme sin sexo por tabaco de buen humor. -respondí encogiéndome de hombros.

Di una calada, pero sonreía.

-El tabaco es sagrado- dije-. Es lo poco que me queda.

-¿Que te queda? -pregunté. -¿O que me queda? -corregí con una sonrisa.

Entorné los ojos y ladeé la cabeza para mirarle.

-Te he dicho que hay un paquete ahí encima. Sí. Me queda.

-Un paquete que mañana estará vacío. Y volverás a pedirme a mi, ¿eh? -contesté.

-Y yo como buen compañero solo te pediré sexo a cambio, porque me preocupa tu bienestar.

Me eché a reír a carcajadas, y me llevé la mano al costado para contener los temblores.

-Ya, claro- suspiré-. Qué buena persona eres.

-Soy un filántropo, lo sé. -contesté.

Sonreí y la miré apretando con suavidad la parte alta de su muslo. -Así que no te preocupes, que desde que salgas de la cama te devolveré a ella.

Miré su mano apretando mi muslo, y luego levanté las pestañas para mirarle.

- ¿Ah, sí?- pregunté en tono jocoso. Le di una calada al cigarrillo y solté el humo lentamente mientras le miraba- Qué seguro estás...

La volví a mirar y sonreí ladeando la cabeza mientras me pasaba la lengua por los dientes superiores.

-¿Intentas fingir tus deseos con orgullo frente a un médico? -pregunté. -No lo veo muy recomendable.

-Oh, disculpe Todopoderoso médico. ¿Lo sabes todo, a caso?- pregunté, antes de dar una nueva calada.

-Todo no, lo suficiente. -comenté.

Subí la mano por su muslo hasta apoyarla en la hebilla de su cinturón. -Se me da bien mi trabajo, más bien.

Bajé la mirada a su mano, levantando las cejas.

-Ah, ¿y cuál es ese trabajo?- pregunté. Le miré de nuevo a los ojos.

-Hacer que el herido se sienta cómodo en reposo. -respondí.

Le desabroché el cinturón lentamente mientras la miraba a los ojos mordiéndome el labio.

Me mordí el labio cuando le vi hacerlo.

-De poco voy a enterarme ahora mismo- murmuré-. Por la morfina y eso.

Sonreí y la miré. -La morfina no tendrá mucho que ver, no te preocupes. Generaras dopamina y endorfina igualmente.

Le desabroché lentamente el primer botón del pantalón. -Pero si no quieres... puedo parar. -murmuré.

Miré sus manos un momento. Podía abrirme los puntos si me movía demasiado, pero me arriesgaría. Le miré a los ojos y di una calada al cigarrillo como respuesta.

Sonreí y colé mi mano en su pantalón lentamente, frotándola con suavidad por encima de la ropa interior, seguidamente metí la mano dentro comenzando a estimularla.

Bajé la mirada hasta sus pechos y me mordí el labio. -Enséñamelas.

Cerré los ojos y dejé escapar un suspiro mientras apoyaba la cabeza en el almohadón. Entonces me levanté la camiseta con cuidado. El vendaje me cubría una pequeña parte del pecho. El aire se me escapaba de forma entrecortada. Hacía mucho que no me tocaban así.

-Abre más las piernas y relájate. -le murmuré mientras me inclinaba sobre sus pechos.

Tiré suavemente de su sujetador lo justo para descubrir sus pezones. Me pasé la lengua por los labios y envolví uno de ellos con mis labios para seguidamente morderlo con suavidad. Mi mano libre fue a parar a su otro pecho.

Obedecí, separando las rodillas, y me mordí el labio cuando empezó a jugar con uno de mis pezones, soltando un amortiguado gemido. Pasé una mano por su cabeza y su pelo a pesar de que la herida del hombro me tiraba, y sentía cómo empezaba a encenderme.

Agarré su pecho con fuerza y me alcé hasta apoyar mi frente contra la suya, mirándola de cerca.

La miré con la boca abierta y me mordí el labio inferior con fuerza. -Ahora verás. -le susurré.

Usé los dedos corazón y anular para penetrarla, colocando la palma hacia arriba y retrayendo los dedos hasta tocar la pared superior la cual comencé a estimular.

Suspiraba entrecortadamente cuando apoyó su frente con la mía. Me volvía loca oírle hablar, y separé la cabeza, levantándola cuando me penetró con los dedos. Solté un gemido ronco, y apreté el puño en su pelo. Me tiraban los puntos. Me escocían las heridas. Y no podía darme más igual.

Tensé los músculos del cuello, deshaciéndome entre las sábanas y hundiendo la cabeza en el almohadón. Tenía la boca abierta y gemía de forma ronca. Mi cuerpo no tardó en empezar a temblar, y sentí una oleada de placer intenso con el primer orgasmo.

Me volví a pegar a ella cuando se echó sobre el almohadón. Me incliné y mordí su cuello con fuerza mientras respiraba de forma animal por la nariz y aumentaba la cadencia con la que la estimulaba.

-Te vas a correr para mi. -le dije con voz baja y ronca.

Solté un gemido ronco cuando me mordió, y un escalofrío me recorrió todo ese lado del cuerpo. Me mordí el labio cuando habló, y mientras subía el ritmo de la estimulación, mi respiración se volvía más jadeante y errática al mismo tiempo que volvía a temblar. Dejé de tener fuerza de voluntad suficiente para aguantar los gemidos, y me corrí con un fuerte grito ronco. Tenía la boca seca, seguía temblando, y resollaba.