Ciervo para cenar

Observé el póster y luego la miré a ella. -Así que me haces un favor dejando que me quede, ¿no? -le pregunté alzando las cejas lentamente.

Alcé los puños cerrados a la par que me crujían los codos y emitía un suave gruñido. -Qué coñazo cuidar de los heridos.

Levanté las cejas y lo miré de reojo.

-Pues sabes dónde está la puerta- dije, ladeando la cabeza-. Si me pasas el paquete de tabaco- señalé la mesa-, lo tendré todo y no molestaré. Palabra.

-Resulta que si me voy yo el paquete de tabaco se va conmigo. Soy médico, nunca te recomendaría fumar. -contesté a la par que asentía, aún mirando al techo.

-De dejarte el paquete ahí te lo fumarías entero cuando se te pase la morfina.

Fruncí el ceño.

-Estás de coña, ¿no?- pregunté- No me jodas, Jacques.

Desvié mi vista poco a poco hacia ella y sonreí.

-Fuera tengo a Pam y su acoso sexual, a Ben llamándome tio y a una plaga de hipocondríacos que me quieren cerca hasta por toser al irritarse la garganta. Estoy mejor aquí.

-Vale, pero dame el tabaco- le dije.

La miré y sonreí, ladeando la cabeza.

-Y si no, qué. -dije lentamente.

Abrí la boca para responder, pero la cerré rápido, apretando los labios.

-Tendrá que satisfacer Pam tus caprichos- respondí al final.

Reí con suavidad ante su comentario y estiré la espalda.

-¿Y los tuyos quien los calmará? ¿Pete? No, ¿Barry? -volví a reír.

-Yo voy servida- murmuré-, gracias.

-Ah, ¿y yo no? -pregunté alzando una ceja.

-No lo sé- respondí, sonriendo de lado, y me incliné ligeramente hacia delante a pesar de la molestia-. ¿Vas servido?- pregunté, lamiéndome los dientes por dentro.

Volví a mirarla y sonreí de nuevo. -Pues ahora mismo no lo sé. -respondí depositando mi mirada en su boca.

-¿Voy servido?

Me encogí de hombros y rodé los ojos mirando hacia otro lado.

-Quién sabe.

-Quien sabe. -respondí encogiéndome de hombros yo también.

Me alcé sobre la cama y me coloqué junto a ella apoyando la espalda en el cabezal. -En poco se te va a pasar el efecto de la morfina.

-Sí, va a ser divertido- murmuré con fastidio, y suspiré-. Bueno, en peores me he visto.

Me llevé una mano a la cicatriz de Yemen instintivamente.

-Siempre puedo darte más morfina. Para eso está. -comenté. -O los calmantes suaves. -dije señalando al pequeño bote de la mesa.

-Más que dolor será una molestia.

-Déjalo- dije-. Resérvalos para situaciones peores.

No merecía la pena gastarlos en mí. Hasta cierto punto estaba acostumbrada a aguantar el dolor.

- ¿Has visto a Samuel?- pregunté- ¿Se puede levantar?

-Con ayuda. -respondí. -Tardará un poco más en empezar a moverse con independencia. Igualmente tu sobrino pasa bastante tiempo con él, no muestra más rasgos de depresión que cualquiera de los que estamos en el refugio. Ahora que hay carne roja en el menú mejorará más rápido.

-Bien- murmuré, y volví a recostarme-. Bien, bien- cerré los ojos y suspiré-. Me alegro.

Esperaba que Ben le metiera otras ideas en la cabeza diferentes a las de ese idiota de Barry. Me dio un escalofrío al pensar que mi sobrino podría haber estado entre ellos.

-Ben es un buen chico... Pero muchas veces se deja influenciar...

Sonríe y volví a mirarla.

-¿Y quien no es fácil de influenciar a esa edad? Todavía es un niño. Ahora no habrá que preocuparse de que Barry y los demás le metan ideas retrogradas en la cabeza.

-Eso espero, joder...- gruñí, y entonces le miré de reojo- Pero no me darás un cigarro.

Reí con suavidad y abrí el chaleco sacando el paquete de tabaco. Le tendí uno mientras encendía el zippo y lo acercaba a ella.

-Gracias- dije mientras lo cogía y lo ponía entre los labios. Di una profunda calada mientras Jacques me lo encendía, y exhalé el humo cerrando los ojos-. Joder...- suspiré.

Con el efecto de la morfina, hasta sabía diferente.

La miré. -¿Mejor?

Bajé la mano y la apoyé en su muslo frotándolo con suavidad. -Te matará antes el mal humor que las heridas.