La vuelta a la realidad.

La continué embistiendo durante unos largos minutos sin cesar el ritmo, dando acelerones de cuando en cuando con cuidado de no quemarme. Notaba mis dedos empapados por su saliva y cuanto más húmedos estaban más excitado lo estaba yo.

Dejé de masturbarla cuando noté que llegaba al climax y di una fuerte palmada en su nalga dándole las últimas embestidas. Cuando ya era inevitable mi orgasmo me separé lo justo y me coloqué boca arriba, sujetando mi miembro y masturbándolo mientras la observaba a ella.

Estaba duro como una piedra, húmedo y muy caliente. Podía sentir su pálpito en la palma de mi mano y cada vez que subía y bajaba la mano una oleada de placer me recorría el cuerpo avisándome de lo que estaba por llegar.

Le miré un momento, observando cómo se masturbaba, mordiéndome el labio inferior. Me senté con las piernas encogidas junto a él mientras mi respiración volvía a la normalidad y pasaba las yemas de los dedos de una mano desde su clavícula, por el centro de su pecho, su abdomen y su vientre lentamente. Fui intercambiando mi mirada entre sus ojos y la trayectoria de mis manos. Entonces me incliné sobre él y aparté su mano para hacerle acabar con la boca.

Noté la humedad de su boca rodear mi miembro y lleve mis manos a su cabeza, agarrándola por el pelo. Comencé a moversela con vehemencia mientras notaba como a poco el orgasmo avanzaba por mi cuerpo.

Arqueé ligeramente la espalda y empujé su cabeza contra mi miembro con fuerza, obligándola a introducirse en la boca tanto como pudiera. Noté como llegaba al orgasmo y bajé la mirada hacia su cara.

-Traga, perra. Traga.

Le agarré los huevos mientras se corría. Se los masajeé y tragué lo que me daba. Cuando acabó y levanté la cabeza. Me lamí los restos de la boca, y atrapé con el pulgar una gota que me resbalaba por el mentón, sonriendo de lado. Gateé y me tumbé a su lado, boca arriba, con la respiración acelerada.

-Esto sí que es un buen tratamiento- suspiré.

Gruñí cuando me corrí y noté como a poco tragaba lo que le daba. La miré notando como las fuerzas de los músculos me abandonaban.

-Buena chica. -murmuré.

Resoplé mirando el techo mientras mi pecho subía y bajaba con fuerza. -Luego te prescribo la receta. -dije a duras penas mientras la miraba. -Una vez cada ocho horas durante el resto de tu vida.

Solté una risilla suave y gutural. Me bajé la camiseta y apoyé el antebrazo en mi frente mientras mi ritmo cardíaco volvía a la normalidad. Suspiré, totalmente relajada.

-Si la vida fuera esto, yo firmaba.

-Yo hasta dejaba la medicina. -respondí.

Entrelacé los dedos detrás de mi nuca y estiré la espalda con suavidad. Notaba el suave frío originado por el sudor que perdía calor. Suspiré de forma tranquila.

-Por suerte por muy a la mierda que se vaya el mundo esto no lo perdemos.

Sonreí de lado.

-Pues casi se me había olvidado ya- dije, y me paseé por la cama para alcanzar los cigarrillos de la mesa y el mechero.

Volví a su lado llevándome uno a la boca y tendiéndole uno a él antes de encendérmelo.

Tomé el cigarro y me lo llevé a la boca encendiéndomelo después de ella. Tomé el humo con algo de fuerza y lo mantuve unos segundos antes de dejarlo escapar con suavidad.

-Nos habrá escuchado todo el refugio y media ciudad. -murmuré mientras observaba cómo el humo se dispersaba en el aire.

Exhalé el humo con lentitud.

-Que se mueran de envidia- sentencié tras una pausa-. Me he follado al Doctor Macizo- mis hombros temblaron al reírme.

Alcé una ceja y la miré mientras expulsaba el humo con suavidad. -¿Doctor Macizo? -pregunté con una sonrisa.

-Técnicamente te he follado yo a ti.

-Pam te llama así- respondí, y me reí.

Le di una profunda calada al cigarrillo y solté el humo por la nariz y por la boca, cerrando los ojos.

-Y bueno, no me has dejado mucha opción.

-Cualquier día esa mujer me violará. Su mirada es capaz de atravesarme el chaleco. -respondí.

-Tampoco te he visto con ganas de tenerla. -respondí mirándola con una sonrisa afilada.

Me reí cuando dijo que Pam le violaría tarde o temprano. Le miré de reojo con sus últimas palabras mientras me llevaba el cigarrillo a los labios y daba una lenta calada, clavando mis ojos en los suyos. Entreabrí la boca para dejar escapar el humo.

-Aún no has visto nada...- murmuré.

Sonreí y ladeé la cabeza, mirándola.

-Te he tratado con gentileza por ser la primera vez. La próxima no seré tan blando contigo. -comenté mirándola a los ojos. -Y aún no he acabado. Te dije hasta que no pudieras salir de la cama.

Me reí, y mis labios dibujaron una "o" silenciosa. Me puse de lado, apoyando el brazo en el almohadón y la cabeza en el puño.

-Oh, mira cómo tiemblo- exclamé mientras hacía temblar la mano con la que cogía el cigarrillo deliberadamente. Sonreí de lado y le di una calada.

Me eché sobre ella, colocándome sobre su cuerpo y mirándola de cerca. Me mordí por completo el labio inferior, mientras mi mirada recorría su cara. Tomé aire por la nariz con fuerza, captando su olor cual depredador y me pasé la lengua por los dientes.

-Tiembla. -dije soltando el aire sin apartar la mirada de sus ojos.

Me relamí los labios mientras me deshacía de la colilla y luego me los mordí, acercándome más a su cara, notando su aliento.

-Hazme temblar- ronroneé sobre sus labios, rozándolos apenas con los míos al hablar, y pasando la mirada de boca a sus ojos.

Sonreí y la besé con fuerza ladeando la cabeza hasta notar como nuestras lenguas jugaban entre si. Subí las manos por su cuerpo hasta agarrar sus pechos y apretarlos con fuerza. Me separé lo justo y la miré pasándome la lengua por el interior de los labios.

Alcé la mano y la llevé a su boca metiendo dos dedos en ella. Noté como los chupaba y entonce los hice avanzar con una sonrisa malévola hasta notar su arcada.

Le di con el talón en la espinilla cuando metió los dedos demás, a parte de darle un buen mordisco. Le habría retorcido los huevos, pero los necesitaba sanos.

Emití un quejido y me dejé caer con suavidad hacia delante mientras me reía, apoyando la cabeza junto a la de ella. Bajé poco a poco hasta besar su hombro y morder con fuerza su cuello.

-Y yo que pensaba que perro ladrador poco mordedor. -murmuré mirándome el mordisco que me había dado.

Pasé la nariz entre su mejilla y oreja, oliéndola. Apreté sin darme cuenta la mano con la que sujetaba su pecho. -Te voy a destrozar.

Solté un gemido sordo cuando me mordió en el cuello. Me recorrió un escalofrío de arriba a abajo, volviendo a activar mis instintos.

-Pues ya ves que muerdo- susurré con voz ronca, y cerré los ojos cuando empezó a olerme. Sentí que me derretía cuando me dijo que me iba a destrozar al oído, y giré la cara para besarle con hambre.

La sujeté por la cara cuando intentó besarme, frenándola. La miré durante unos segundos y finalmente la besé con ímpetu. La sujeté y volví a girarla de golpe cual muñeca de trapo. Le propiné una fuerte nalgada y la sujeté del pelo, tirando para que se levantase.

-En cuatro, perra. Enséñame el tanga.

Notaba de nuevo el calor recorrerme el cuerpo y cómo la excitación me volvía a dar fuerzas para lo que fuera. Mi cuerpo no hacia más que pedirme eso, que la destrozara.

Solté un quejido cuando me agarró del pelo, pero me reí. Me puse a veinte uñas, con el culo en pompa, y le miré desde aquella posición, mordiéndome el labio y separando las piernas.

Esta vez no fue como las anteriores que la había metido lentamente primero para regular el camino, hice a un lado su tanga y la miré. Entró de golpe y en una única embestida que tocó fondo más temprano que tarde. Gruñí pero antes de que pudiera reaccionar la volví a embestir con más fuerza que antes. Tensaba todos mis músculos en cada movimiento mientras el sonido de mis muslos chocando contra sus nalgas era seguido de el del cabezal de la cama golpeando la pared.

Rodé el brazo enredando su pelo alrededor del mismo y tiré de forma firme. Marqué en rojo mi palma en su nalga y la miré.

-Levántalo más, puta.