En pos de la muerte

No hubo ningún problema de camino al hospital, no hubo sorpresas desagradables, ni perdimos el coche. Di un rodeo con el Toyota para asegurarme de que al menos ahí fuera teníamos vía libre y aparqué en frente de urgencias. Apagué el motor y pillé la mochila entre las piernas de Jacques. Cuando salí me di un tirón del chaleco antibalas para acomodarlo, me puse la mochila sobre los hombros y aferré el subfusil con las dos manos.

-Guíenos, doctor- le dije al médico.

Salí del coche y apunté a mi alrededor. Estaba tranquilo. Por algún motivo esta zona siempre lo estaba.

Asentí ante las palabras de Indhira y comencé a avanzar apuntando al frente, ligeramente agachado y a paso rápido.

La entrada del hospital estaba repleta de intentos fallidos de barricadas, grandes salpicaduras y charcos de sangre seca y cientos de casquillos que tintineaban al golpearlos. Aminoré la marcha cuando entré y avancé a paso más lento, apuntando a mi alrededor.

-La farmacia está en la tercera planta.

-Vamos entonces...- susurré. El ambiente de la entrada era tétrico. Miré desde abajo el enorme edificio antes de entrar, la mayoria de las ventanas estaban rotas, otras; las de más arriba, estaban tapiadas.

Anduve con las rodillas ligeramente dobladas, con el rifle a la altura de los hombros, apuntando hacia donde miraba en todo momento, a un lado y a otro mientras cerraba la marcha detrás de ellos. La primera planta, al menos, estaba despejada, y fuimos subiendo las escaleras guiados por el médico, y pegados a la pared por si acaso.

Caminamos por los pasillos, habían señales de combate, de lucha pero ni un cadáver, ni un sonido ni nada. El lugar parecía desierto. Me dirigí a las escaleras más cercanas las cuales subimos hasta el tercer piso. La zona representaba lo mismo que la primera pero en menor medida en cuanto a sangre y casquillos. Volvimos a recorrer los pasillos en busca de la farmacia.

Finalmente llegamos hasta ella, la misma se encontraba en un ala abierta dividida por una pared y una puerta doble abierta. Pronto, comenzamos a escuchar un silbido. Alcé el rifle, era una canción alegre, apunté a mi alrededor y seguidamente hacia la puerta doble abierta, era de donde provenía el sonido.

Agarré fuertemente mi bate, preparada a lo que pudiese haber.
Indhira y Jacques llevaban sus armas de fuego y era conveniente que yo quedara en retaguardia.

Me di la vuelta rápidamente cuando escuché un silbido y apunté a la puerta doble. Aferré el arma con firmeza entre los dedos, y me preparé para disparar cuando fuera necesario.

El hombre, vestido con una negra gabardina y encapuchado silbaba sentado a un borde de la camilla, con los pies cruzados mientras leía un libro titulado Mort. Una enfermera de piel grisácea empujaba la camilla a paso lento y la misma se detuvo frente a la puerta, frente al grupo. El hombre se llevó la mano debajo de la capucha, dejó de silbar un momento y pasó la página del libro para seguir con la melodía. En su regazo descansaba un gato blanco que movía la cola, cómodo y ronroneante. Una pequeña chapa en su cuello adivinaba su nombre. Binky.

Finalmente dejó de silbar y bajó el libro lentamente mientras giraba la cabeza hacia el grupo. Nada más que oscuridad se veía bajo su capucha. Ladeó la cabeza con curiosidad, mirándolos.

-¿Qué...cojones....?- pregunté con voz temblorosa, y entonación aguda. Habia visto muchas cosas en los últimos meses, ¿Pero esto? Esto se escapaba a toda lógica.

Vacilé, me removí ligeramente mientras levantaba la cabeza, conteniendo el impulso de retroceder. Fruncí el ceño y miré al encapuchado, su gato, y la... enfermera.

La enfermera se mantenía quieta, con la mirada perdida. Tenía signos de haberse abierto las venas. Era distinta al resto de infectados, simplemente parecía una cadáver que se usaba como marioneta.

El encapuchado volvió a ladear la cabeza, parecía tener curiosidad con las reacciones del grupo. Cuando el militar alzó el rifle para apuntar a la enfermera este levantó lentamente la mano, negando con un dedo. El hombre bajó su arma lentamente por algún motivo.

El gato alzó la cabeza del regazo del hombre y observó a los supervivientes con curiosidad. Bajó de la camilla de un ágil salto y se encaminó hacia ellos.

Había jugado a muchos videojuegos a lo largo de mi vida, y visto muchas peliculas. Esto reafirmaba que la realidad superaba a la ficción.
La mujer muerta con las muñecas abiertas me hizo estremecer, y aquel.... lo que fuera... encapuchado me recordaba a la mismisima parca, solo le fartaba la hoz.

Me había quedado con la boca entreabierta un momento, pero la cerré cuando el gato dio un salto. Volví a mirar a la enfermera, que parecía mirar a un punto más allá de donde alcanza la vista. Me estremecí cuando el encapuchado movió un dedo en una señal negativa, y Jacques bajó su rifle. Miré la trayectoria del animal cuando dio un salto y se acercó a nosotros.

El encapuchado simplemente se limitó a observarlos sin decir nada. Los miraba en pleno silencio mientras la enfermera aguantaba de pie en la misma posición sin moverse apenas.

El gato se frotó contra la bota del militar y luego se coló entre las piernas de Indhina. Se dejó caer de lado y comenzó a dar suaves golpes con las patas a los cordones de sus botas, jugado divertido.

El encapuchado colocó una carta del tarot de muerte entre las páginas del libro y lo cerró lentamente, dejando marcado el mismo para poder seguir leyéndolo más adelante.

-... ¿Q-quién eres?- pregunté, finalmente, al ver que el desconocido no hacía nada, pero tampoco hablaba- ¿Qué quieres?

El encapuchado alzó la mirada y ladeó la cabeza de forma vehemente en dirección a Indhira, como un pájaro que escucha un sonido fuerte.

Se mantuvo unos segundos en silencio.

-PREGUNTA INCORRECTA. -respondió. No gritaba, su voz sonaba como si cada palabra fuera un golpe seco a una lápida. Eran sordas, pero macizas, calaban.

Miré a Indhira cuando se atrevió a hablarle, y luego él contestó con una voz que me hizo poner los pelos de punta.

Se me tuvo que poner la carne de gallina. Aquella voz reverberó dentro de mi pecho. Tragué saliva y comprobé que tenía la boca seca como una espiga. Notaba el pulso martillearme en el cerebro, y contenía la respiración.

-... ¿Vas a matarnos?- pregunté, como una completa idiota.

El encapuchado se llevó la mano bajo la capucha, probablemente se tocaba la barbilla mientras alzaba la vista, pensativo.

-TÉCNICAMENTE, SI. OS ACABARÉ MATANDO TARDE O TEMPRANO. -respondió.

-¿Quieres algo de nosotros?- le pregunté aun detrás de Indhira y Jacques, sujetando la correa de mi mochila.

El encapuchado desvió la mirada hacia la joven. Los supervivientes se dan cuenta de que expulsan vaho al respirar. La temperatura ha ido bajando de forma gradual.

El encapuchado negó con la cabeza lentamente. -PREGUNTA INCORRECTA.

Di una bocanada de aire y entonces me di cuenta de que se había vuelto frío, denso, y soltaba vaho al respirar.

-Joder...- murmuré, muerta de miedo, pero no podía dejar que me venciera. Tenía que sacarles de allí a salvo, y volver al refugio- ¿Vas a matarnos hoy?- pregunté. Habíamos visto cosas muy raras, cosas que no podíamos explicar. Pero había algo de sobrenatural en el encapuchado. La Parca se acercaba bastante a su descripción.

El encapuchado devolvió la mirada a Indhira y ladeó la cabeza. El gato seguía jugando con los cordones de las botas de la mujer, ajeno a todo.

-TÉCNICAMENTE, NO SERÉ YO QUIEN OS MATE. -respondió.

Tragué saliva y despegué los labios lentamente, y empecé a bajar el arma.

- ¿Qué eres?- pregunté- ¿La Muerte?

La situación era de traca.

El encapuchado alzó un dedo moviéndolo mientras agachaba la cabeza y sus hombros temblaban. Reía en silencio.

-ESA, INDHIRA, ES LA PREGUNTA CORRECTA. -respondió. -ME HABÉIS DADO MUCHOS NOMBRES A LO LARGO DE VUESTRA EFÍMERA EXISTENCIA. MUERTE ES UNO DE ELLOS. -finalizó.