La vuelta de la patrulla

Me mordí el labio al imaginar lo duro que debía haber sido. Entonces solté una carcajada silenciosa.

-Parece una competición, ¿eh?- me aparté el pelo del cuello y de detrás de la oreja- Un atraco en el metro de Anarion- sonreí de lado-. Donde menos lo esperas. El muy listo acabó con la nariz en el cerebro.

Sonreí ante su comentario y me giré enseñando mi espalda. Tenía una cicatriz diagonal desde el omóplato hasta casi la mitad de la espalda.

-Una esquirla de metal cuando mi helicóptero se estrelló en el centro. -respondí.

Silbé al ver la cicatriz y la recorrí con los dedos. Era ligeramente similar a la que yo tenía en la espalda.

-No me jodas que estabas solo- murmuré.

Arqueé ligeramente la espalda cuando noté sus dedos y sonreí sin hacer ruido cuando me di cuenta de mi propio gesto.

-Cuando desperté los tuyos estaban apilando los cuerpos a un lado, los tenores atacaron y aproveché para irme como pude. Lo difícil no fue sacar la esquirla. Lo difícil fue coser la herida. -dije con una leve risa. Aunque en su momento no me habría parecido tan gracioso.

-En eso pensaba- hice una mueca de dolor, y sacudí la cabeza-. Tuvo que ser horrible- solté una carcajada seca y amarga-. Y encima te traigo aquí, y parece que no vas a estar mucho mejor.

Sonreí y me giré volviendo a mirarla. -Por ahora no me he tenido que coser. No vamos por mal camino. -respondí. -Idiotas hay en todos sitios, da igual el lugar.

Apoyé el trasero en la encimera de la cocina y crucé los brazos sin separar mi mirada de ella.

Sonreí de lado, aunque sin muchas ganas.

-Parecemos los abuelos batallitas- comenté-. Era una mierda no poder hablar de esto en casa. Pero elegí esa vida. Luego llegué a Teniente y la cosa se relajó un poco.

Sonreí. -Yo solo llegué a capitán. -respondí y por instinto fui a palmearme los galones del hombro. Cuando me di cuenta bajé la mano. -Pero estaba donde me gustaba estar. -confesé.

Bajé la mirada hasta su pecho y el no llevar sujetador la delató. No pude más que sonreír y levantar la mirada, sin decir nada. Simplemente la miré.

Sonreí de lado, y fui a preguntarle en qué división estaba, pero lo cacé desviando la mirada hacia ciertos atributos femeninos de mi propiedad.

-Te gustan, ¿eh?- bromeé- Son firmes y turgentes.

Todo se pegaba en el ejército. Hasta los chistes soeces y políticamente incorrectos.

Asentí lentamente. -Pero no soy el único al que le gusta algo, por lo que veo. -respondí volviendo a bajar la mirada hasta sus pechos. -¿Eh?

Levanté las cejas y entorné los ojos.

-Me gusta una buena conversación- respondí.

-E ir despacio, y que te inviten a cenar, ¿verdad? -dije sonriendo divertido. Ni yo me lo creía.

-Yemen.

Me reí con eso de que me invitaran a cenar. Hice una mueca cuando pidió ver la cicatriz -o eso quise pensar-, tragué saliva. Me lo pensé un momento, pero finalmente levanté el centro de la camiseta y se la mostré. Los pechos quedaron bajo la tela y Jacques pudo ver perfectamente la cicatriz circular. Casi tenía forma de estrella de muchas puntas. Había sido un buen boquete.

-Me faltó poco para no contarlo. Gajes del oficio.

-¿Te sopredieron al doblar una esquina o fue alguien a quien considerabas amigo? -pregunté al ver la forma de la cicatriz. Extendí la mano y la toqué. -Te debió partir el esternón. Suerte tuviste de contarlo. -comenté pasando los dedos por la cicatriz con curiosidad. Nunca había visto una de ese tipo.

-Nos capturaron. Me dispararon y me dieron por muerta- respondí-. Seguramente lo estuve en algún momento. No recuerdo nada entre el disparo y el despertarme en un hospital de campaña.

Fue la única vez que vi a mi padre llorar.

Volví a pasar el dedo por la cicatriz y me despegué de la encimera para inclinarme y mirarla más de cerca. -Normal que te dieran por muerta. -musité sin despegar la mirada de la herida. -Ojalá tuviera las manos de quien te cerró esto.

Sonreí de lado y me bajé la camiseta.

- ¿Eres cirujano?- pregunté por curiosidad.

Me aparté y volví a mi posición inicial cuando se bajó la camisa. -Estoy cualificado para la cirujía. Pero no me clasificaría como cirujano en condiciones. -respondí. -Puedo abrir para sacar una bala o subsanar daños, pero dudo que consiguiera efectuar un trasplante u operaciones por el estilo.

-Hmm... Hace un mes y medio perdimos a dos milicianos por ser incapaces de sanarlos en condiciones- comenté-. Te vamos a necesitar.

-De ahora en adelante podremos salvar a todo el que pueda salvarse. -respondí.

-Deberíamos pasarnos por el hospital algún día. Los desfibriladores son demasiado grandes y usan demasiada energía como poder traerlos. Pero las ambulancias suelen tener uno portátil de batería y menor potencia. Me vendría muy bien tener uno.

-Joder, sí- respondí, y me despegué de la encimera-. Claro. Todo lo que necesites. Iremos a buscarlo.

-Sin contar que si queremos fármacos fuertes como la morfina, debemos ir al hospital. En las farmacias hay lo justo para las dosis necesarias de los ciudadanos, no para uso médico. Conseguir sal también nos vendría bien, y recipientes donde poder guardar agua hervida.

Me llevé la mano a la barbilla y me la froté, pensando.

-Mañana. Si no estás muy hecho polvo- le dije, y apoyé una mano en la encimera-. Podemos echar un viajecito al hospital- me pasé la otra mano por el pelo, pensando-. Aunque allí es más probable que encontremos sorpresas.

Asentí ante sus palabras. -Es probable que encontremos sorpresas en cualquier sitio, por desgracia.

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