Necesidades vitales de supervivencia

-¿En qué zona? -pregunté.

No me alentaba demasiado que quedara tan lejos su refugio. No iba sobrado de munición y ir vestido de militar por la ciudad era lo mismo que llevar un cartel a la espalda pidiendo un disparo. Pero si la chica no mentía era una buena baza mejor que unas cadenas en la puerta y tener que salir por un ventanuco cada vez que fuera a por comida.

-Al pie de la montaña, al norte.- dije -Es una zona tranquila, mis abuelos adoraban la tranquilidad. No te conozco mucho, pero ahora mismo eres en la única persona en todo el mundo en la que confío. Es gracioso, ¿verdad?- sonreí denotando tristeza más que risas.

Asentí lentamente. -Mucho.

Tiré del cerrojo del rifle profiriendo un fuerte sonido metálico y me levanté encaminándome hacia la mesa. Me descolgué la mochila y comencé a meter en ella las latas de comida y botellas de agua.

-Te llevaré hasta él. -dije mientras guardaba las cosas. -Pero tendrás que hacerme caso.

-¿Me llevarás hasta él?- pregunté algo confusa, abriendo la botella de agua -¿Y tú?

-Dejemos los detalles para cuando consigamos llegar. -comenté a la par que cerraba la mochila y me la llevaba a la espalda.

Saqué mi pistola de la funda y la enfundé, hice lo mismo con el cuchillo, no quería olvidarme nada.

-Entonces... ¿Vamos ya a buscar la comida?- la verdad es que tenía sueño, apenas había podido dormir ultimamente por el estado de alerta y por tener el estómago vacío. Ahora tenía un sueño irresistible. Tuve que disimular un bostezo, agachando un poco la cabeza y poniéndome la mano delante.

-Toda la comida que hay la llevo en la mochila. -respondí. -Y la mayoría no la encontré aquí.

Me ajusté la culata al hombro y moví la cabeza estirando el cuello. Solo esperaba no haberme atrofiado demasiado después de haber pasado días aquí metido sin salir.

Le miré sorprendida. No... aquello no era bueno... ¿Toda la comida cabía en una simple mochila? Era poco, muy poco. No duraría ni una semana.
-Necesitamos más- le dije. -Tardaremos horas en llegar hasta ahí, vamos a necesitar gasolina. Vamos a necesitar más agua... mucha más agua...- suspiré. Pensé que en el centro comercial podría encontrar mucha cosa, pero eso de estar sobrados de comida ahora me sabía a nada.

-Es bastante más comida de la que suele haber en un grupo numeroso, y más agua. -respondí. -La gasolina no debería ser problema, menos si tu refugio está tan alejado del centro.

-Si tenías un refugio deberías haber empezado a plantar un huerto.

Miré abajo.
-...Lo teníamos...- me quedé unos segundos en silencio. -En fin, vamos...- cogí el bate de baseball y le dejé ir delante.

Asentí ante sus palabras y salí de la habitación delante. Me encaminé hacia la salida y abrí el candado quitando las cadenas. Hicieron más ruido del que me gustaría, pero no quedaba otra. Abrí la puerta y salí fuera a la par que apuntaba a cada lado de la calle. Estaba desierta por ahora.

-Guíame.

-No tengo gasolina- le dije por lo bajo, caminando dentrás de él -Dejé la furgoneta aparcada a las afueras. ¿Sabes hacer puentes? Quizás encontramos algún coche con gasolina...- suspiré.
En esos momentos escuchamos un grito tan estremecedor que me hizo poner la piel de gallina. Una mujer caminaba por el centro de la ciudad, con un tacón puesto y el otro no, estaba magullada y gritaba muerta de miedo.
-¡AYUDA! ¡AYUDA POR FAVOR!- suplicaba con la voz rota en llantos.
-Por dios...- susurré por el escandalo que estaba montando. Iba a alertar a todas las bestias, ¿pero qué le pasaba?
-¡AYUD-!- en esos momentos una bala que no sabía de donde provenía le atravesó la cabeza y cayó desplomada.

Le di una palmada en el hombro a la chica para que se agachara y me coloqué detrás de un coche. Apoyé el rifle en el techo y apunté en dirección del sonido del disparo, observando cada ventana una a una. -Sal, hijo de puta... -murmuré.

Me apoyé en el coche, a su lado, con la respiración acelerada. Esto no era bueno, los gritos seguro que habían alertado a esas criaturas.
Pronto escuchamos un grito no humano, y agarré con fuerza el bate. Miré a mi compañero y negué con la cabeza. No podíamos seguir ahí, expuestos.

Le volví a dar una palmada a la joven en el hombro y eché a correr en sentido contrario al grito.

Tras doblar una esquina dimos de pleno con dos hombres. Uno de ellos portaba un revolver y lo alzó apuntándome de forma temblorosa.

-¡Disparale joder! ¡Es un militar, dispara!

Alcé las manos. -Tranquilo. No soy de los malos.

-Mierda...- hice frenando en seco, alcé las manos -Escuchad... nosotros no somos los enemigos, se acercan esas criaturas- traté de hacerles entrar en razón. Los hombres me miraron, y rieron.
-Pero mira que coñito tenemos aquí, ¿eh?- dijo uno de ellos, sin bajar el arma, y con una sonrisa totalmente perversa.
-Vosotros venís con nosotros, vamos- dio una pequeña sacudida con el arma para apremiarnos a movernos.

-¡Dispara Kevin, joder! -le gritó el compañero. El que sujetaba el arma se giró un momento para mirarlo. -¡Cállate de una puta vez!

Aproveché el momento para sacar mi pistola antes de que el hombre pudiera reaccionar. Disparé dos veces sobre su pecho y antes de que el otro pudiera moverse, hice lo mismo. Cayeron como muñecos de paja al suelo. -Vamos, joder.

-¡Joder!- exclamé al ver con que rapidez se deshizo de ellos, aprovechando el momento de distracción. El militar empezó a correr y yo detrás. Escuché de nuevo los gritos mientras corría, y sin parar giré un poco la cabeza. Dos criaturas humanoides nos perseguían corriendo, tenían los brazos largos y una boca de dientes laterales.

-Acelera, Pete- le dije al viejo cuando escuché los disparos-. Mira, ahí hay dos- le señalé a las dos personas que corrían.

- ¡Nena, es un militar!- exclamó él.

-Va solo, con una chica civil. Acelera.

Al final me hizo caso, pisó el acelerador, y lanzó un grito de victoria seguido de unas carcajadas cuando arrolló a los infectados que iban tras ellos. Poco a poco les iban ganando terreno, y no iba a dejar que se sumaran a sus filas de demonios del infierno. Me las ingenié para pasar a los asientos traseros mientras las ruedas chirriaban en el pavimento. Pete dio un brusco frenazo y un volantazo para interponerse en el camino de los dos que huían para salvar la vida, y yo abrí la puerta que daba hacia ellos.

- ¡Rápido!- apremié- ¡Subid!

Frené en seco cuando vi el coche detenerse de forma brusca frente a nosotros. Sujeté la puerta que abrió la mujer y esperé a que la chica subiera para hacerlo yo. Aún se escuchaban los gritos de los tenores en la lejanía y en ocasiones podrían ser más rápidos que un coche.

Me quedé apuntando a la puerta del coche, hacia fuera mientras jadeaba con fuerza.

- ¡Acelera, Pete! ¡Dale caña a este pedazo de hierro!

El viejo soltó una carcajada y pisó a fondo el acelerador. Las ruedas patinaron un momento, pero enseguida tiraron del vehículo y nos pusimos en marcha. Le di unas palmadas en el hombro y miré por el parabrisas trasero para asegurarme de que no nos iban a alcanzar. Sin embargo, saqué la pistola por si acaso y me asomé por la ventanilla.

Entré en el vehiculo y me dejé caer sentada en los asientos de atrás, agarré rápidamente a mi compañero para ayudarle a subir, y me quedé jadeando agotada cuando estuvimos ambos dentro, a salvo.
Todo pasó de prisa y en cuestión de segundos ya habíamos acelerado. Miré a la mujer y asentí con la cabeza, dándole las gracias. Aun no había recuperado el aliento.

Miré a los cuatro. Era raro pasar de días en una zona enorme sin nadie a un espacio tan reducido lleno de gente.

Me llevé la mano al chaleco y abrí uno de los bolsillos sacando mi cajetilla de tabaco. Mordí un cigarro que sobresalía y tiré de él para seguidamente encendermelo.

Volví a meter la cabeza dentro del coche y me guardé la pistola. Puse una mano en la espalda de la chica, que parecía al borde del colapso.

- ¿Estáis bien?- pregunté- ¿Estáis heridos?

Pete miraba desde el retrovisor al soldado.

Negué con la cabeza mientras me llevaba la mano a la boca dando una calada al cigarro.

Me pasé la lengua por los labios y miré a la mujer. -¿Supervivientes o de la Unión? -pregunté. Sabía lo que podían hacer conmigo los de la Unión si me tenían a tiro.