Mandato del rey.

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Relamí la cerveza que me había caído en la nariz, mientras me limpiaba con la barba y me quedaba con el olor de la cerveza... ¡Buena, sin duda! Una ducha aromática y placentera que me había quitado ese olor a salitre que había llevado durante semanas en el viaje en barco. Dejé el doblón sobre la mesa, a su alcance:

-Los tienes bien puestos, chaval.

Di un largo trago a la cerveza, vaciándola casi por completa. Por hoy, sobreviviría.

Animé con la mano a Daura para que se acercara a la barra, mientras alzaba la jarra, haciéndome ver entre los altos marineros que habían a mi lado.

Avancé hasta ellos, mirando hacia los lados, para valorar a los demás usuarios de la taberna. Carraspeé y hablé con voz insegura, mientras sostenía a Joya, que no paraba de removerse inquieta, intentando correr detrás de otra rata que se escondió entre una pila de toneles de vino.
-Algo de comer, cualquier cosa me vale.- dije con un hilo de voz, mordiéndome el labio después de pronunciar esas palabras.

Cogí la piedra de afilar y puse paso ligero hacia la taberna.

Tengo pescado del día, te lo prepararé. - Le dijo el tabernero ignorando al enano. Se giró y se perdió por la puerta que daba a la cocina.

La mujer miró a la maga y se frotó la barbilla pensando. - No sé si tenemos artilugios de ese tipo. Vendemos equipo para aventureros, herramientas, tiendas de campaña, ropajes, ya sabe. Bolsas de doble fondo creo que si tenemos, las demandaron bastante cuando los caminos se volvieron peligrosos. - La mujer se giró y se perdió tras la trastienda haciendo algo de ruido. Al poco trajo consigo una bolsa de cuero blando. - Sabía que nos quedaban. - Sonrío y dejó la bolsa en el mostrador. - Serán 9 doblones de plata señora.

- Oye Daura, ¿no se supone que era aquí donde debíamos acudir para que nos dieran instrucciones?

Mire a mi alrededor como intentando vislumbrar algún enviado real, pero no habían más que huéspedes sucios y hombres de mirada cretina. No pude evitar girarme a la puerta de la cocina, por dónde había desaparecido el individuo:

-¿Crees que será ese ogro...?- Balbuceé con una risa.

Entre en la taberna y observe a mis dos acompañantes, me acerqué a ellos y les pregunté:
-¿Y la otra señora? Tabernero, pongame media pinta de cerveza y prepareme a mi también pescado.

-Primero llenar la tripa, después preguntar, no es mala filosofía.
Joya se asomó de entre mis brazos olisqueando con curiosidad al enano, y sonreí algo avergonzada, intentando apartarla de él, a mucha gente le molestaba el animal.
-¿Habría algún modo de preguntarle eso diplomáticamente?

Le acaricié la cabeza al animal con mi manaza y saludé con la cabeza a Alan:

-Ah, nos dijo que había ido a la herrería, ¿no te encontraste con ella?

Di otro sorbo a la jarra, mientras me ponía de puntillas, asomándome en la barra. Se olía el pescado y al contrario que la cerveza... Dejaba mucho que desear, ¡prefería sobrevivir con un poco de alcohol a morir por ingerir semejante veneno!

Miré al Enano:
-No, no la ví en la herreria y no era muy grande,*Bajando el tono de voz* por todos los dioses, no me extraña que estemos aquí, menuda herreria más desastrada..

El tabernero salió de la cocina al poco con dos platos que contaban con dos pescados cada uno, los dejó en la barra frente a Alan y Daura y rellenó dos jarras de cerveza. La estética y aroma del pescado abrían el apetito, los años de mar le habían enseñado a preparar el buen pescado. - Tres doblones de plata, campeón. - Dijo con voz grave mirando a Alan. Volvió la vista a Daura y colocó un paño junto a su plato para que se limpiara. - A la señorita la invita la casa.

Dí unos saltitos tras la barra, a pesar de tener que oler la asquerosa comida (¡al infierno con el pescado!) Di un primer salto:

-¿Jaba...?- Volví a dar un segundo salto- ¿Lí? -Dí un último y tercer salto- ¡¿Hay jabalí?!

Vaya, mi día de suerte, comida gratis, sonreí al tabernero, inclinando ligeramente la cabeza como gesto de gratitud y cogí el plato con el pescado humeante.
-Tiene pinta de estar muy bueno, deberíais darle una oportunidad al pescado.
Dejé escapar a Joya que saltó al suelo y comenzó a olisquear los pies del caballero, antes o después me metería en un problema.
-No Joya, lo siento, no suele hacer eso.- dije sonrojándome y resoplando.

Deposité las tres monedas y sonrei a Daura.
-Que suerte, a mi nunca me invitan a nada. ¡Jaja! *Solté una sonora carcajarda mostrando mis muelas* Bueno, ¿Donde esta el contacto, o los contactos? ¿Habéis visto algo?
Al terminar de hablar comenzé a comer el pescado con cuidado para no clavarme ninguna espina.
Vi como la perrita de la mujer me olia los pies y esta se apuraba demasiado por este hecho.
-No te preocupes *Sonreí a la mujer* Yo tenia perros cuando era niño, claro que eran de caza y bastante más grandes..

Me giré a Daura, exponiéndole mis motivos, que aunque a ojos humanos resultaran ridículos, para los enanos era algo muy serio:

-Verás, en realidad todos los de mi clan detestamos el pescado por tradición...- Le comenté a Daura- Mi tatatarabuelo, un gran guerrero que combatió en las Guerras Troll defendiendo nuestros salones años y años... ¡falleció a la honorable edad de doscientos cincuenta y seis años, a causa de una indigestión de pescado!- Volví a asentir, bien firme.

Luego le comenté a Alan:

-Antes de entrar ví unos soldados afuera, ¿deberíamos preguntarles?

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-Creo que deberiamos hablar con ellos, sí. En cuanto acabe la comida, me acercaré, no obstante si os queréis ir acercando. Yo seguire con el pescado y de verdad que lamento profundamente, señor Enano, que no guste usted de probar el pescado, pues puedo asegurar que es excelente..

Seguí comiendo el pescado..Sin duda, cuando tenga mis terrenos, volveré a esta taberna y contrataré al tabernero, cueste lo que cueste..

La dependienta miró a la mujer. - No somos mercaderes de puerto ni regateamos, señora. Es el precio que debe pagar si la quiere. - La miró y volvió a sonreír.

El tabernero miró a los tres mientras secaba una jarra con un paño. - No tenemos jabalí, enano. - El tabernero acentuó la última palabra, como quien dice un insulto.

Solté un bufido de resignación mientras le echaba una ojeada al interior de la jarra, divisé poco o nada, ya. La apuré toda en un último trago y me ajusté el yelmo de cuero, mientras echaba una ojeada a la puerta:

-¿Dónde se habrá metido esa niña? -Dije rascándome la frente- Esperemos un poco más a ver si aparece.

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Me senté en un barril a modo de taburete ante la barra, y cogí un pedazo de pescado que eché a Joya, lo comió gustosamente relamiendo después mis dedos, y luego di cuenta del resto del plato. El tabernero no parecía muy amistoso con el enano, qué pensaría de mí si descubría mi auténtica proveniencia. Me aseguré de que el pañuelo me cubría bien las orejas y di un sorbo a la cerveza, muy fuerte para mí, por lo que arrugué el gesto.
Carraspeé dispuesta a preguntarle al tabernero, pero no me salieron las palabras, ¿cómo se suponía que debía preguntarle algo así?

Levaté la ceja viendo el tono que tomaba la conversación con el Enano.Deje de comer pescado y hablé al enano:
-Señor Enano, quizás deberiamos ir usted y yo a hablar con los soldados ¿Me acompaña?
Me levante y esperé la respuesta del Enano.

El tabernero comenzó a hablar antes de que se pusieran en marcha. - Si sois los enviados del rey, debéis hablar con los soldados de fuera o con los bandidos. Ambos os ayudaran en vuestro cometido. Pero si aceptáis la ayuda de unos, ganareis la enemistad de otros. - El tabernero continuó limpiando la jarra y miró al enano. - Aunque con este elemento os ganareis la enemistad de todo aquel con el que os topéis.

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Miré a la mujer y sonriendo le pregunté:
-¿Encontraste la Herreria?
Bueno, camaradas, la primera decisión. Bandidos o Soldados, personalmente me inclino por los soldados, pero decidiremos entre todos. ¿Que pensáis?